martes, 24 de mayo de 2011

PREVENCIÓN DE ADICCIONES EN LA INFANCIA-ADOLESCENCIA


FACTORES DE PROTECCIÓN ANTE EL DESARROLLO DE ADICCIONES EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA


No existe un antídoto mágico que nos asegure que un niño no caiga en adicciones. No hay recetas infalibles. Sin embargo como adultos, padres, educadores o agentes sociales, hay funciones y roles que no podemos ni debemos dejar de asumir de forma responsable, ya que las adicciones “tapan vacíos” y es nuestra misión educativa evitar que los creen sintiendo indiferencia y desprotección.

Si actuamos con acciones preventivas a nivel de la persona, hay ciertas acciones y actitudes de los adultos que tendrán un impacto positivo en nuestros chicos y chicas que evitarán que se generen factores de riesgo (que pueden favorecer su predisposición anote los problemas que todo niño/adolescente habrá de enfrentarse en su desarrollo evolutivo normal, o ante las circunstancias específicas de dificultades que pueden presentársele a alguno de nuestros menores).

Veamos cuáles son estas actitudes y comportamientos que facilitan la aparición de factores de protección ante conductas de riesgo y posibles adicciones (y recordemos que actualmente también se catalogan como tal las referentes a las conductas adictivas hacia las nuevas tecnologías), y desarrollando así una tarea preventiva cuando desde el inicio de la infancia de nuestros menores, de acuerdo a su desarrollo evolutivo, progresivamente (no derepente, de golpe, una vez llegada la adolescencia). Si nos esperamos a la adolescencia para actuar, en este momento gran parte de la tarea educativa preventiva ha de estar realizada ya, pues en esta etapa si no se ha llegado al menor, las dificultades en la relación y comunicación con él aumentarán y esto es algo perjudicial; cuánto más tarde nos iniciemos en integrar este tipo de conductas y actitudes “más tarde estaremos llegando al niño/adolescente” y  más nos costará “llegarle emocionalmente”.
En la adolescencia el diálogo ha de estar basado en un diálogo emocional, no tanto basado en lo normativo sin más, y para ello esta forma de conducirse en la relación con el chico/la chica adolescente es un logro basado en el trabajo de muchos años, los anteriores (no se puede hacer un trabajo de años en unos meses):

  • Realizamos acciones integrales con la familia y el/la chico/a que promueven el desarrollo de todas las potencialidades de los menores (ejemplificando los adultos responsables de éstos, con su conducta).

  • Tenemos una actitud de escucha abierta al diálogo (esto es diferente a someter al menor a un “interrogatorio”). Es importante que conozcamos a nuestros hijos/alumnos… : ¿qué cosas les gustan?, ¿qué les divierte?, ¿qué les enfada?. Y les ayudamos en aquellos puntos en los que muestran dificultades. Actuando de modo no invasivo, sino con sincero interés por sus actividades, sentimientos … por él/ella en definitiva. Y buscando momentos propicios para ellos (evitar el provocar que el menor se sienta “obligado” a hablar, sino el facilitar que desee hacerlo como modo de compartir con sus adultos relevantes).

  • Les enseñamos a decir NO: los niños deben aprender que el juicio propio es el más importante y que no tienen por qué dar a sus amigos explicaciones o excusas para justificar sus decisiones. Hay familias en las que les cuesta decir NO, es importante trabajarse este aspecto, sino el chico de más mayor tendrá dificultades especialmente al ser muy influenciable por el grupo de iguales (más allá de lo normal dentro de la etapa de la adolescencia) como forma de integración (aumentando así el riesgo de imitación de conductas no saludables).


  • Fomentamos la independencia: el camino hacia la autoestima es un proceso constante. Desde el comienzo los niños deben asumir responsabilidades acordes con su edad.

  • Potenciamos su autoestima: es muy importante evitar las comparaciones y las ridiculizaciones, pues crean significaciones personales que posteriormente influyen a lo largo de la vida.
      A este respecto podemos leer artículos anteriores sobre cómo potenciar la autoestima de nuestros hijos. Señalar que es importante que los adultos vivan los errores como una posibilidad nueva de aprender, no como fracasos.

  • Inculcamos el valor de las reglas y de los límites. Si se los ponemos a ellos de forma sana y los mantenemos, les estaremos enseñando que nos respetamos los unos a los otros, y que somos firmes en lo que sí está permitido y qué no (además de cuáles son las consecuencias de sus actos, en sentido positivo de privilegios por respetarlo, empezando por el elogio, y de pérdidas en caso de saltárselos/saltárnoslos).
Las reglas sirven de referencia sobre qué comportamientos o actitudes esperamos del otro. Límites claros y normas responsables. Cuando hay una transgresión, es necesario que haya una “llamada de atención” (o una consecuencia de pérdida de una ventaja, o de darle una sanción educativa, a modo de consecuencia, no de castigo o de “revancha”: el modo en cómo se le transmite también es importante, pues no lo recibirá igual como la consecuencia que conoce que si se le imparte o impone como un castigo y se le dice de forma “verbalmente agresiva o con ira”) que sirva de freno. Ya que si no se respetan las reglas, y no pasa nada (si los padres, profesores, agentes educativos, la sociedad) no aplican una consecuencia ( o esta es “levantada” finalmente por dificultades de firmeza del adulto o de mantener los límites que se le había informado de su existencia al menor), los niños se acostumbran a “probar, total a nadie le importa” y “total, puedo hacer lo que quiera porque nunca me pasa nada de lo que me dicen que me va a pasar”.

  • Les acompañamos en sus estudios y estamos atentos a sus ratos de ocio: no esperamos a que exista un fracaso escolar para actuar ayudándoles nosotros (u otras personas), para actuar o pedir ayuda. Tener conocimiento de quiénes comparten sus actividades en gimnasios, equipos deportivos, juegos en el barrio, con quiénes mantienen contactos por chat, etc. Conocemos qué les ha pasado durante estos ratos, y compartimos con ellos lo bueno del día y lo que les haya podido afectar (para facilitar su expresión, muy importante respecto al siguiente punto) y para que sientan nuestro verdadero apoyo en la resolución de problemas (no como “policias” que quieren realizarles una “inspección”, sino como adultos que los queremos y que disfrutamos haciéndoles saber a nuestros hijos, o menores, que nos ocupamos de ellos, más allá de sólo preocuparnos).
No es nada sano ni recomendable dejar a nuestro hijo delante de la tele o del ordenador, o con la psp… durante largos ratos, a modo de descanso de los adultos. Sino que  es aconsejable limitar los tiempos de uso de estas tecnologías (y se pueden usar como premios, la duración de su uso, ante conductas que el niño tiene dificultad de realizar, y que queremos reforzar). Y si además, participamos en alguna de sus actividades de ocio, cuando no interferamos en sus relaciones sociales con sus iguales, estaremos reforzando el sentimiento de valía y apreciación que siente nuestro hijo/menor sentimos hacia él (queriendo compartir su tiempo libre con él).

  • Enseñamos a manejar las emociones: aspiramos al autocontrol (frente a un estilo  impulsivo de comportamiento), que mediante la represión de éstas, sino buscando alternativas positivas para expresar las cosas o acontecimientos que nos molestan, nos duelen … Partiendo primero de un reconocimiento de las emociones y de la posibilidad de su expresión (como algo saludable, y como un valor de la persona a potenciar).
      Así habremos ido potenciando cualidades como la paciencia, la tolerancia a la frustración (necesaria en la vida, pues continuamente se presentan pequeñas cosas a diario, que si el adolescente no ha aprendido a tolerar, le desbordarán; totalmente diferente a la actitud de resignación, pero sí con un elemento de aceptación de “pequeñas cosas de la vida diaria”), una conducta reflexiva, una capacidad de afrontamiento de los problemas (y de recursos para la búsqueda de su solución) frente a una actitud evitativa o de huida de éstos, entre otras actitudes y capacidades necesarias para hacer frente a decisiones importantes (todas ellas factores de personalidad que actúan como  protección ante las adicciones).


Todos estos aspectos son actitudes y comportamientos que protegen a los menores de un abuso y de una posterior adicción. Y que les enseña a poner unos límites al uso de cualquier acción y adicción que pueda perjudicar su salud, ya que en su propio entorno se le está facilitando el aprendizaje de unos comportamientos, valores y actitudes favorecedoras del autocuidado personal, físico, social, psicológico y de su salud en general. Por ello, es importante que si los padres o educadores, detectan que tienen una elevada dificultad en mostrar este tipo de acciones preventivas, puedan informarse y formarse, en beneficio de ellos mismos, y de la salud bio-psico-social de los menores que están a su cuidado.


 
             

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